Érase una vez una joven intelectual con gafitas redondas a la que le gustaba mucho leer y escuchar.
Un día decidió dejar de leer y dejar de escuchar y se puso una corbata.
La corbata la encorbató y con el tiempo, le salió una barriga muy grande, su cara se llenó de marcas y sus ojos se inclinaron a la desconfianza.
Pero ¿sabéis qué…? Todos los hombres y mujeres pueden cambiar. Basta con que se quiten la corbata y vuelvan a respirar con dignidad.
Anonimo